Vivimos en una era en donde la incertidumbre es la nueva verdad. La verdad ya no es un valor máximo. Pero la Biblia es contundente con este tema y afirma que hay una verdad que es absoluta y no es creada por el hombre, sino que viene de Dios y de Su Palabra.
La Escritura no solo lo afirma, sino que llama a los creyentes a defender la verdad de la Palabra de Dios, porque es a la iglesia a quien Dios se le ha dado (1 Ti 3:15). La iglesia es columna y baluarte de la verdad y es ella la encargada de sostener, proteger y mostrarla al mundo.
Hay tres (3) razones por las cuales el cristiano debe proclamar y defender la verdad en contra de la mentira.
1. La primera razón por la cual el cristiano debe proclamar y defender la verdad es porque es un mandato bíblico.
La Biblia afirma que los verdaderos creyentes aman la verdad (2 Ts 2:10). Pero hoy, los cristianos no se caracterizan por amar la verdad, sino por el relativismo bíblico. Sin embargo, el deber de la iglesia ha sido siempre confrontar ese escepticismo y responder con la clara proclamación de la verdad que Dios ha revelado en Su Palabra.
El Nuevo Testamento nos muestra en varias ocasiones la importancia de pelear por la verdad y desechar la mentira (1 Ti 1:3-4, 18-19, 4:6-7, 6:20). En la carta de Judas se les hace un llamado muy fuerte a los creyentes a pelear por la verdad (v. 3). Esta es una exhortación para pelear en nombre de la verdadera fe. Este versículo afirma que estamos llamados a defender “la fe que ha sido una vez dada a los santos”.
Ni Cristo, ni los apóstoles, enfrentaron las mentiras siendo amigos de los falsos maestros. De hecho, nos está expresamente prohibido hacer eso (Ro 16:17; 2 Ts 3:6). La Escritura es clara acerca de cómo debemos responder cuando los mismos fundamentos de la verdad de la fe cristiana están bajo ataque.
2. La segunda razón por la cual el cristiano debe proclamar y defender la verdad es porque la mentira tergiversa la imagen de Dios.
El mensaje de algunos líderes cristianos posmodernos es que la verdad absoluta esta sobreestimada y la seguridad es arrogante. Diciendo esto, se tergiversa la imagen de Dios, porque Él es la verdad (Dt 32:4; Sal 31:5).
La verdad esta inseparablemente ligada a Dios. Solo Él define y delimita cual es la verdad. Él es quien revela toda verdad, y nos dio la perfecta e infalible verdad de la Escritura (Sal 19:7-11).
Además, Cristo es la encarnación de la verdad (Jn 14:6). Él afirmó que la Escritura no contiene solamente trozos de verdad, sino que es la verdad eterna que vive y permanece para siempre (Jn 17:17; 1 P 1:23).
Cuando los falsos maestros introducen ideas que ponen en duda o niegan la verdad de la Escritura, están dudando y negando a Dios mismo, porque la Escritura es la revelación del Dios de verdad. Se tergiversa la imagen de Dios con ideas subjetivas y relativas de la verdad, catalogándolas como cristianas.
3. La tercera razón por la cual el cristiano debe proclamar y defender la verdad es porque la mentira promueve la apostasía (1 Ti 4:1-3).
La palabra “apostasía” se refiere a un abandono deliberado de una posición o un
compromiso que se ha hecho. Literalmente significa “salida”. La apostasía se refiere a aquellos que abandonan la fe. Un apóstata es alguien que se ha rebelado contra la verdad y contra Dios. Sucede cuando alguien que dijo ser creyente se rebela. Esto no significa que los apóstatas alguna vez tuvieron la fe verdadera que salva. De lo contrario, demuestran que nunca la tuvieron (1 Jn 2:19).
Muchas de las epístolas del Nuevo Testamento hablan acerca del peligro de la apostasía y la falsa doctrina (Hch 20:29-31). Todo lo que los apóstatas hacen socava la fe y corrompe la verdad. Este tipo de gente plantea un grave peligro a la fe de la iglesia. Cuando la falsa enseñanza se introduce, siembra más confusión y arrastra a las personas a una vida pecaminosa.
Luchar en contra de las falsas enseñanzas es vital para la salud espiritual de la
iglesia y de los creyentes, porque sin la verdad no es posible ninguna transformación espiritual (1 P 2:2; Jn 17:17).
Versículos relacionados con el tema:
2 Co 10:3-5, Jn 8:33, Pr 23:23, 1 Co 1:17-27, 1 P 3:15, Sal 19:7-11, 1 Ti 4:1-3, 1 Jn 2:18-
19, Hch 20:29-31, Mt 7:15, Jn 17:17, 1 P 2:2
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