9 Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual,
10 para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios;
11 fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad;
12 con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz;
13 el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo,
14 en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.
Hasta ahora hemos visto los tres primeros resultados para una persona que ore como Dios quiere;
Llevar fruto (procurar la santificación). Gá 5:22-23
Crecer en el conocimiento de Dios. Jer 9:23-24
Ser fortalecidos en medio de la prueba. Fil 4:11-13
El último resultado de la oración de una persona que vive de manera digna es ser agradecido por la salvación que Dios le ha concedido.
A veces olvidamos, no entendemos plenamente, o no valoramos lo que Dios ha hecho por nosotros en Cristo con Su sacrificio.
Estos versículos nos muestran que la salvación consiste en un elemento futuro, pasado y presente.
1. El elemento futuro de la salvación, por el cual debemos dar gracias, es que Dios nos tiene guardada una herencia.
Esta es una herencia que está reservada solo para los verdaderos creyentes. A esto se refiere “los santos”, que son aquellos que han sido apartados para Dios. Solo ellos pueden recibir la herencia que está “en luz”. Esto se refiere al lugar donde van a estar los creyentes, que es el reino de la luz, el cual es otra designación para el cielo.
La herencia que le espera a los creyentes está en el cielo y es la suma total de todas las bendiciones que Dios nos ha prometido en la salvación (1 P 1:4). Esta herencia es incorruptible, incontaminada, inmarcesible, y ya está reservada.
La herencia que Dios nos promete es infinitamente mejor que cualquier beneficio terrenal que podamos tener. ¿Cómo no darle gracias a Dios por esta herencia que nos espera?
2. El elemento pasado de la salvación, por el cual debemos dar gracias, es el rescate que Dios efectuó para salvarnos.
Este rescate se compone de una operación de liberación y transferencia. Cuando Pablo dice “nos ha librado de la potestad de las tinieblas” se refiere al dominio, o al reino, al pecado, y a Satanás.
Antes de llegar a la salvación, el creyente estaba bajo la oscuridad más profunda, en donde no hay ni siquiera el más mínimo destello de luz (Ef 5:8). En Cristo, Dios libera a los creyentes de esas tinieblas.
Pero Dios no solo libró al creyente, sino que lo “trasladó al reino de su amado Hijo”. La palabra “trasladado” se traduce también como “trasplantar, o transportar” y describe que Dios ha “trasplantado” al cristiano al reino de Cristo.
El ser humano no pudo haber hecho esto por su propio esfuerzo. Fue Dios mismo que lo desenterró del pozo de tinieblas donde estaba y lo trasplantó al “reino de su amado Hijo”.
Nosotros estábamos en el reino de las tinieblas y el pago de nuestro rescate fue el sacrificio de Cristo (Tit 2:14). Estábamos muertos y ahora estamos vivos.
Estábamos condenados y ahora estamos salvados. Íbamos para el infierno y ahora vamos para el cielo. Una persona que vive de manera digna da gracias, porque Dios lo libró y lo trasladó al reino de
Cristo.
3. El elemento presente de la salvación, por el cual debemos dar gracias, es porque en Cristo tenemos perdón.
El ser humano necesitaba redención y perdón, porque había pecado contra Dios y, por lo tanto, es responsable ante Él de todos sus actos (Ro 3:10-12). Dado que Dios es justo, el pecado hace culpable a una persona y lo condena a la muerte espiritual y a la condenación eterna en el infierno (Ro 2:5-8).
Solo había una solución y esa era que Cristo nos redimiera comprándonos con Su sacrificio en la cruz. Por eso el versículo dice que en Cristo tenemos redención “por su sangre”.
¿Como obtenemos esta maravillosa bendición? Las Escrituras enseñan que recibimos el perdón por fe. Dios no nos perdona por alguna buena obra o virtud que hayamos logrado, sino solo por confiar en Él y descansando en la obra perfecta de Cristo (Ro 3:22-24).
Lo increíble es que el perdón de Dios no solo debe incitarnos para un gran agradecimiento, sino que también trae grandes beneficios que el creyente puede experimentar ahora mismo.
(1) Aquellos que son perdonados son bienaventurados (felices) Sal 32:5.
(2) Aquellos que son perdonados crecen en el temor de Dios (Sal 130:3-4).
(3) Aquellos que son perdonados pueden perdonar a los demás (Col 3:13).
(4) Aquellos que son perdonados viven con libertad.
Cuando una persona se arrepiente, confiesa su pecado y acepta el perdón de Dios, se quita un peso de encima y puede experimentar la paz que Jesús prometió. Este perdón de los pecados no es una simple liberación del pasado; nos libera también para el presente.
Si agradecemos cuando somos perdonados por alguien a quien hemos ofendido... ¿cuanto más debemos estar agradecidos por el perdón de Dios que nos liberó de la esclavitud?
Versículos relacionados con el tema:
Col 2:7, 4:2, Jos 19:51, 1 P 1:4, Ef 5:8, Tit 2:14, Ro 3:10-12, 2:5-8, 3:22-24, Sal 32, 130:3-4, Col 3:13
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